Pequeñas Hadas Madrinas

Érase una vez una chica tan ocupada que necesitaba que sus días tuvieran más horas. Tan estresada, que comía poco y dormía menos. Tan agotada, que su piel era pálida y las ojeras surcaban su joven cara, como bolsas oscuras bajo sus pestañas.

Una noche se asomó a la ventana y observó las estrellas. Al mirar aquellos titilantes y relucientes puntos flotando en el cielo, cerró los ojos y pidió un deseo. Pidió que alguien le ayudase, porque no se sentía con fuerzas para seguir así.

A la mañana siguiente le despertó un brillo extraño. Notó que había alguien volando por la habitación, dos personas en concreto. Unas hermosas alas partían de sus espaldas, y sus extremidades inferiores se perdían entre una bruma de colores y luces. Su deseo se hizo realidad: a partir de ese momento aquellos seres tan especiales la acompañaban a todos sitios, y hacían todo por ella. Contestaban sus llamadas, redactaban sus trabajos, la acicalaban…

De modo que esta chica dejó de moverse. ¿Para qué, si sólo tenía que chasquear los dedos y se lo daban todo hecho? Se volvió vaga, inútil y solitaria. Y los seres pasaron de ser hadas madrinas a fieles esclavos. Al ser una situación insostenible, debido a lo degradados, menospreciados y humillados que se sentían en esa condición, decidieron desaparecer, sintiendo que ya habían soportado aquello demasiado tiempo.

Y la chica volvió a quedarse sola. Y tuvo que levantarse y hacer las cosas por sí misma. Y se dio cuenta de que la vida había continuado sin ella, y que se había perdido tantas cosas maravillosas que nunca podría recuperarlas. Y supo que, aunque la vida fuese una sucesión de trabajos duros y de esfuerzos agotadores, y de decepciones dolorosas y de frustraciones amargas, también le daba recompensas extraordinarias, pequeños momentos que hacían que mereciese la pena luchar. Y que ver pasar la vida desde la ventana, no es vida sino muerte.

Y fue feliz.

PD1: Sinceramente, no me gusta ninguna de las dos fotos, pero dado que me llevaron horas (horas, días, montones de esfuerzo… ¿quién lo cuenta?) y que hasta tuve que usar gotas porque me dolían los ojos de tanto mirar de cerca la pantalla del ordenador, no quería que fueran una pérdida de tiempo. Recomiendo verlas en detalle.

PD2: La historia que las acompaña no tengo ni idea de dónde ha salido. Sólo sé que una noche la empecé en mi cabeza sin querer, y al día siguiente la tenía acabada.