Playas de Cantabria

Estaba yo un día aburrida y me convenció un «amigo» para ir a hacer fotos. Y digo «amigo» así, entre comillas, porque resultó ser bastante capullo… pero ésa es otra historia.

Primero me llevó a la playa de Los Tranquilos. La verdad es que, como había tanto oleaje y se formaba tanta espuma, estaba preciosa. Eso sí, hacía un viento y un frío que sacar las manos de los bolsillos era arriesgarte a no sentirlas luego al menos durante diez minutos.

Después nos arriesgamos a subir por un camino embarrado hasta llegar a esta maravillosa vista. Conste que me perdí la única ola enorme que hubo por no tener la cámara lista. Aún me arrepiento.

Seguidamente, conduje hasta la playa Grande de Langre, que con las olas, las nubes y la puesta de sol ofrecía una estampa idílica.

Ya para terminar, acabamos en Las Arenillas, donde pasé bastante rato porque era preciosa. La pena fue que ya era tarde y casi no había luz. Pero mereció la pena.

Vale, os lo voy a contar. ¿Sabéis lo que es andar por un terreno lleno de barro, cámara en mano? Pues un sufrimiento. Así que claro, me dispuse a bajar una cuesta y, en cuanto noté que me iba a caer… ¿qué hice? Lo normal habría sido apoyar las manos para no tocar el suelo, pero tenía la cámara. Así que resbalé de culo toda la cuesta hasta abajo y me quedé sentada en el barro casi llorando de la risa. Eso sí, con la cámara bien en alto. Podéis imaginaros la vuelta a casa, poniendo dos camisetas en el asiento para no manchar el coche. Y a mi «amigo» casi le dio algo de tanto reírse, el condenado. Eso, cuando no me estaba sacando fotos por detrás a traición. En fin, que se ría mientras pueda…

(Si el nombre de alguna playa es incorrecto, es culpa de él)